Mariel Sevilla - tengo 34 años de edad, nací en la ciudad de Tegucigalpa, Honduras. Crecí junto a mis padres, la mayor de dos hermanas. Esposa y mamá de Antonio José. Licenciada en Educación, Máster en Psicopedagogía en Lauréate International Universities Universidad Latina de Costa Rica, Certificada en Lego Based Therapy Serius Brick Costa Rica, Certificada en la Metodología Guillour, Método Guillour México, Certificada en disciplina positiva.
La mayoría de los padres aplican con sus hijos el modelo de disciplina que ellos recibieron en su infancia. Recuerdo el famoso “Pao, pao” como algo normal dentro de las primeras correcciones disciplinarias aplicadas en los niños cercanos a mí, en particular guardo en mi memoria a una mamá “corrigiendo” a su hija de un año con golpes en las manitas cada vez que ella intentaba tocar cualquier objeto como parte la necesidad de explorar que normalmente manifiestan los niños entre el primer y segundo año de vida.
Ciertamente creo que si no hubiera conocido la propuesta disciplinaria de Jane Nelsen antes de ser mamá, probablemente mi hijo tuviera varios “Pao, pao” en sus manitas también. La disciplina positiva propone romper esa forma de educar, interponiendo el diálogo y la responsabilidad como elementos fundamentales. Hace un par de semanas mi pequeño de dos años lloraba porque quería salir a saltar en los charcos, ponerse su capa y sus botitas de hule, pero en el momento en el que él me pedía salir, estaba lloviendo con mucha intensidad. Era muy complicado explicarle que no se podía hacer lo que él quería pues, a sus dos años de edad, no tiene la capacidad de analizar y comprender muchas cosas. Pero yo, en mi condición de adulta, sí pude analizar y generar una propuesta alternativa a lo que él deseaba. Ese día terminamos creando nuestro propio charco en el baño e imaginando que caía lluvia sobre su capa desde la regadera de la ducha cantando la canción “Insi winsi araña”. Quizás un par de nalgadas y decirle “Pao pao si no deja de llorar!”, hubieran cesado el berrinche y la pataleta.
Pero una de las responsabilidades que tenemos como padres es la de validar y ayudar a gestionar las emociones de nuestros hijos. La disciplina es indispensable en la vida, el problema es que tratamos de obtenerla o inculcarla de forma errónea, basándose en un mecanismo de recompensa o castigo. Sin darnos cuenta, vamos formando niños llenos de frustración, resentimiento, rebelión, falta de autoestima, miedo, venganza y un sin fin de sentimientos que repercutirán en la personalidad del futuro adulto en el que se convertirán. Desde mi experiencia como docente, psicopedagoga y mamá puedo sugerir poner en práctica los siguientes puntos para lograr una disciplina efectiva con amor y respeto:
1. Llevar al niño al análisis de su comportamiento negativo a través del diálogo.
2. Ser firmes sin palabras hirientes, gritos ni golpes, estableciendo normas y reglas claras con anticipación.
3. Sustituir el castigo por la reflexión, hacerle pensar sobre sus errores le ayudará a buscar soluciones para no volver a cometerlos.
4. El mejor aliado de la disciplina es el ejemplo, esto es lo más difícil de cumplir en el día a día, pero intentar ser consecuentes con nuestros actos es una práctica que traerá cambios positivos.
Padres, sí cambiamos, nuestros hijos también cambiarán. Con la unión de firmeza y cariño, lograremos que nuestros niños se muestren motivados, respetuosos con los demás, con ellos mismos, en conexión con su entorno y que sean capaces de desarrollar las habilidades necesarias para afrontar la vida con fuerza de carácter y sólidos valores. Hagamos que nuestros hijos tengan una infancia memorable y feliz.